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EL HIERRO - EL ÚLTIMO VOLCÁN

SONNIA CHINEA, La Frontera
Aunque las condiciones geográficas y poblacionales son bien diferentes de las actuales, en 1793 estalló el volcán Lomo Negro, el último que se conoce en la isla de El Hierro, un suceso que vino precedido de multitud de seísmos que llegaron a prolongarse durante meses.


Venancio Acosta, profesor de Enseñanza Secundaria en Valverde y escritor, ha guiado a EL DÍA a través de un recorrido por una época de la que solo se sabe lo que se conserva en dos escritos rescatados de las cartas enviadas por el alcalde Rafael Padrón al regente de la Audiencia y las del gobernador de armas al comandante general Antonio Gutiérrez. En esas misivas explicaban que estaban sintiendo una cadena de temblores, de forma más acentuada en la comarca de El Golfo, con menor intensidad en la capital, aunque al final se extendieron por toda la Isla.
Tal y como sucede ahora, explica Acosta, el epicentro de los movimientos también pareció tener varias ubicaciones y cuando alcanzó la fase de mayor virulencia, los residentes en El Golfo tuvieron que saltar de sus camas, dejar sus casas y dormir al raso por miedo a la inminente explosión del volcán. Eran muy pocos vecinos puesto que aquel era lugar para "las mudadas", los cambios de domicilio que realizaban los herreños para buscar mejores pastos para el ganado o simplemente bondad meteorológica y que perduró como costumbre entre la población hasta bien entrado el siglo XX.
De la etapa en que los movimientos se presentaban con mayor violencia, también han llegado a nuestros días los detalles del plan de evacuación que se preparó, en el que dos barcos recogerían a la población de La Frontera y la llevarían hasta el puerto de Garachico, en Tenerife. Como sucede hoy, en medio de la crisis sísmica, los herreños se preocuparon por la actividad volcanológica desatada y aquello alimentó una religiosidad antes desconocida.
Al final explosionó, pero no sobre la amplia comarca de El Golfo, como preveían las autoridades locales, sino sobre la playa de El Verodal. Se tiene constancia por el río de lava volcánica que atestigua su paso, pero no porque lo vieran, puesto que lo ocultaba la gran cordillera que se alza, majestuosa, sobre los núcleos de Sabinosa y el Pozo de La Salud.
San Juan, en La Palma
Aunque el Lomo Negro fue el último volcán en erupcionar en El Hierro, y el Teneguía (Fuencaliente, La Palma) en Canarias, hay quien, como Basilio Padrón Morales, vecino de Mocanes, un pueblo de La Frontera colindante con el de Guinea -uno de los núcleos afectados por las evacuaciones del pasado 27 de septiembre-, va más allá en el tiempo y recrea para este periódico la erupción del volcán de San Juan en 1949, también en La Palma.
Con 16 años, Padrón fue testigo de la erupción del San Juan en el pueblo de las Manchas, al oeste de la Isla Bonita. Lo rememora arrancándose de forma espontánea con unos versos populares: "En la mañana de San Juan/del año 49/ toda La Palma se mueve/ por la erupción de un volcán./ Reventó en primer lugar/ montañas de duraznero,/ contar el caso no puedo,/ porque la lengua no me alcanza/ viendo el pago de las Manchas/ sus casas bajando al suelo?"
Relata, y se emociona cuando pone voz a lo que almacena en su memoria, que la décima es mucho más larga, y anima a buscar "unos libritos" donde se encuentran recopilados algunos puntos cubanos que recogían lo que pasaba en aquella época, cuando Basilio no era más que un adolescente que desde la costa de su municipio natal, La Frontera, vio las lenguas de fuego y la lava que se deslizaban hacia el mar en la vertiente occidental de la Isla.
Evocando y encadenando historias con tanta viveza, de repente abandona los recuerdos y dice, como si no lo supiéramos, que ahora son ellos los que "están temblando". Con la mirada puesta en la parte trasera de su vivienda nos cuenta que esa es la zona "más frágil de la Isla", que afortunadamente no fueron evacuados pero que el cercano pueblo de Guinea "se abandonó por las piedras que caían".
Una grieta de un metro
La teoría de Basilio es aplastante. Invita a subir a la zona de la Gorreta, donde, apunta, puede encontrarse "una grieta de más de un metro de largo". Solo con ver eso, sentencia, "es para no vivir en Guinea".
Hoy esa zona acoge el Ecomuseo, un poblado que está declarado Bien de Interés Cultural por su valor histórico, arqueológico y etnográfico, y el Lagartario, que ahora permanecen cerrados puesto que resultaron afectados por la caída de piedras de la ladera.
Miguel, el hijo de Basilio, que durante todo el tiempo permanece sentado al lado de su padre y se limita a escuchar atentamente, sólo interrumpe para preguntar, con preocupación, si sabemos si los terremotos podrían alcanzar los 5 grados en la escala de Richter y si este se parece con el Teneguía. Le angustia la situación de su casa y teme por sus vidas si eso sucediera. Le tranquilizamos y nos despedimos prometiendo a Basilio volver en otra ocasión, cuando esté mejor, que dice que tiene muchas cosas que contar.

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